Por una Cesarea Sagrada

marzo 17, 2022 7:41 am Publicado por

Soy hija de cesárea, madre de cesáreas, tía y madrina de cesáreas.

Mi hija Lucía nació por cesárea tras 10 horas de inducción con pitocin que no iniciaron el trabajo de parto. Llevábamos 42 semanas de gestación y estaba hospitalizada por una infección urinaria. Mi médico decidió que ya que estábamos en la clínica “comenzáramos la función”.  Todo sucedió muy rápido. Yo me sentía por fuera de mi cuerpo. Tuve una Doula que me dio su mano y me fue narrando lo que iba sucediendo. Abrieron, sacaron, cerraron y me llevaron a recuperación sola. Yo pedía a mi bebé y nadie me hacía caso hasta que una enfermera llego con Lucía quejándose de todo lo que gritaba por estar a mi lado. Ante la falta de fuerza que yo sentía, mi hija habló por mí. Levanto esa clínica a gritos hasta que pudo pegarse a mi teta… y así conocí a esta maestra que había llegado a mi vida con un ímpetu y sabiduría que me quitaron el aliento. En ése momento, a pesar de la borrachera que sentía por la anestesia, la dificultad de movimiento y la tristeza que me generaba no poder atender a mi hija durante el primer día, era simplemente una forma de nacer.

Fue después de un tiempo que me di cuenta de lo desposeída y ausente que había vivido el nacimiento de mi hija. Fue después de un tiempo que me di cuenta de que me había perdido la oportunidad de sentir el poder del Universo actuando a través de mí,  de ese momento tan carnal y terrenal y a la vez de tanta apertura espiritual.

Fue después de un tiempo que me di cuenta de que me había perdido también la oportunidad de contactar mi propio poder y la oportunidad de  dejarme moldear por mi hija, de perderme y dejarme morir… me había perdido  la oportunidad de nacer nuevamente como madre fisiológica, energética y simbólicamente. 

Mi hijo Salvador nació en una sala de cirugía helada, sobre una diminuta camilla sobre la cual mi exuberante cuerpo de madre  no cabía y a la cual fui amarrada. Fui reprendida por no tener mi pubis lampiño (quién puede rasurarse el pubis con una panza de 42 semanas?) y por no poder encorvarme lo suficiente en postura fetal para la comodidad del anestesiólogo –con una panza de 42 semanas- “encórvese más mamita, encórvese más” encima de la diminuta camilla. Sin previo aviso mi vulva y vagina fueron intervenidas por un médico desconocido para colocarme una sonda. Mucho gusto-dije, mi nombre es Diana González, a lo que el médico respondió sorprendido con su nombre y ocupación. Miedo y desolación. No entendía absolutamente nada… y mientras tanto sonaba una emisora con salsa y todos los profesionales de la salud que rodeaban la diminuta camilla, discutían sobre películas y sobre los colegios y universidades de sus hijos… Un día más, una cirugía más, un bebé de más.

Despierta, drogada y petrificada sentía como iban abriendo capas y capas de cuerpo al otro lado del cobertor azul que separaba a mi pelvis de mi misma… un cobertor azul que establecía, que éste asunto era de ellos y que yo no tenía más que hacer que hacerme a un lado y “portarme bien”. Despierta y drogada leía un letrero al frente que decía “Acoplamiento Neonatal.” Sentí como halaban con fuerza a mi hijo y hacían chistes de cómo no quería nacer ni a la fuerza.  Yo sentí como se resguardaba en mí y traté de cobijarlo en ése nacimiento frío  a través de mi voz. Y ante la imposibilidad de parirlo, de recibirlo y de tocarlo… le canté.

Con mi médico habíamos planeado un parto vaginal después de cesárea. Llegamos nuevamente a la semana 42 sin ningún indicio de iniciar trabajo de parto. Desde la semana 40 viví monitoreos fetales cada día de por medio, durante los cuales todos los médicos de turno me dejaban saber lo “bruta” que era por esperar, pues sólo estaba generando sufrimiento fetal en mi bebé y exponiéndome a que se rasgara mi útero (todo esto al tiempo que me decían que la probabilidad de que esto sucediera era menor del 5%). A la semana 42 me quedé sin fuerzas ni argumentos para enfrentar el sistema y me sometí. La narración que ha quedado en mí tras mis partos ha sido de rabia y desconcierto con el sistema médico. He despotricado de los protocolos, de cómo nuestra cultura es tan patriarcal que los que paren son los médicos -usualmente hombres-, y de la violencia brutal que hay en nuestras clínicas y hospitales en donde nos miran, tocan, chuzan, palpan y deciden sin preguntar, como si fuéramos sacos inertes de carne.

Cuatro años después de mi primera cesárea decidí llevar mi mirada hacia su significado en mi vida. Comprendí que mis cesáreas eran la voz de mi niña interior negándose a crecer, negándose a renunciar a ser cuidada para ser cuidadora.

Mis cesáreas fueron una elección desgarradora, un grito que llamaba dejar la niñez atrás y que no encontraba por donde más salir. Descubrí que el parto vaginal representaba en mi psique el soltar definitivamente mi herida primal, la herida del abandono, de la huerfanita que se queda esperando a alguien que la cuide, que alguien la rescate y la salve, que alguien responda por ella. Descubrí que el parto vaginal significaba contactar y liberar mi poder y ese poder me llenaba de temor… y la herida en mi vientre ha sido un tatuaje, un recordatorio de contactar ese poder y darle espacio en mi cuerpo y en mi vida cada día. 

¿Qué es y de qué nos está hablando la cesárea epidémica?

Si bien soy una convencida de que cada nacimiento es sabio y sagrado sea como fuere, de que cada nacimiento es una oportunidad de sanar; lo cierto es que en nuestra ciudad, y en el mundo en general, parece haber una epidemia de cesáreas que nos está implorando llevar nuestra mirada y revisar nuestras construcciones  y nuestra relación con lo femenino, la naturaleza, el cuerpo civilizado vs el cuerpo silvestre, lo saludable, el control y la muerte.

El informe de la Veeduría Distrital, que hace seguimiento al sector salud anualmente, establece que para el caso de  Bogotá, en 2006 los partos por cesárea representaron el 34% del total nacimientos, en 2007 el 35,06%, en 2008 el 35,83% y en 2009 y 2010 el 37%. Para el caso colombiano la UNICEF establece que para el periodo 2008-2012 la incidencia de la cesárea en el país es de 43.8%[1]. Es una cifra alarmante si tenemos en cuenta que la Organización Mundial de la Salud señala que éste procedimiento no debería exceder el 10% del total de partos.

El informe justifica la alta incidencia de cesáreas en el Distrito Capital por la certeza que ofrece a la madre y al personal médico al reducir las variables aleatorias de un parto natural, y también por los pagos superiores que perciben los hospitales y personal médico involucrado que representa un incentivo financiero. El valor para las cesáreas supera  al parto natural en un 30% por concepto servicios profesionales del cirujano o ginecobstetra, servicios profesionales del anestesiólogo, derechos de sala de parto, servicios profesionales de ayudantía quirúrgica, derechos de sala de cirugía, materiales de sutura y curación, medicamentos y soluciones, oxígeno, agentes y gases anestésicos.

Otra variable importante que afecta el incremento de cesáreas en los últimos años, es el uso de monitoria fetal durante la gestación, pues ha permitido de forma más temprana detectar posibles complicaciones durante el parto. Complicaciones como placenta previa, malformaciones fetales, prolapso del cordón umbilical, presentaciones desfavorables y desproporción cefalo-pélvica, entre otros. Controlamos y dominamos la naturaleza y la muerte.

Pero más allá de las cifras, las conveniencias y los protocolos médicos, que nos está diciendo esta realidad a las mujeres?

Al hacerme esta pregunta vienen inevitablemente imágenes de liposucciones, siliconas y cuerpos fabricados. Vienen a mí, fotos de revistas retocadas y las palabras de una alumna diciéndome que no quiere que su pareja entre al parto porque no quiere que la vea “así”. Vienen a mí los acosos en las calles y el conflicto armado manifestándose en violencia sexual. Viene a mí una participación de las mujeres en el congreso del 12%. Vienen a mí los quistes en el útero y el cáncer de seno. Viene a mí la idea de lo domesticadas que estamos y de cómo el cuerpo civilizado se ha tragado vorazmente el cuerpo silvestre. 

El parto despliega nuestra verdad, nuestra sexualidad y nos despoja de todas las máscaras que hemos usado. Resulta más seguro y reconfortante resguardarnos en un repertorio de movimiento y de sonido reducido en el cual vamos desapareciendo,  a través del cual nos vamos fundiendo en la masa, en el matrix, en la maya. 

Vamos controlando el cuerpo, controlando el instinto, controlando la vida y la muerte y de la talla 8, pasamos  a la talla 6 y a la talla 4, y en ésa reducción de cintura, vamos reduciendo la exuberancia y sabiduría de la Tierra en nosotras, el instinto de la Loba en nosotras y la nutrición y compasión de la Madre en nosotras. 

Y no estoy hablando aquí de mujeres mediáticas y alienadas pues he dedicado más de una década a despertar la sabiduría del cuerpo y del inconsciente y aun así, he vivido dos cesáreas… estoy hablando de que  lo femenino en lo social está enfermo, de que las mujeres que vivimos partos quirúrgicos e instrumentalizados innecesarios -las mujeres que vivimos partos desposeídos- somos un síntoma del temor que nos genera el poder de lo femenino en nuestros días, una canción de denuncia, un llamado de atención.

Cuando una madre que ha ofrecido su cuerpo y su útero a una cesárea, toma éste experiencia como una iniciación, puede utilizar su cicatriz, su dolor y su pérdida como vehículos de sanación de su propio femenino y del femenino en  su comunidad. 


[1]http://www.unicef.org/spanish/infobycountry/colombia_statistics.html

¿Cómo Tener una Cesárea Sagrada?

En condiciones médicas adversas como desprendimientos de placenta, ruptura uterina, placenta previa, preclamsia severa, presentaciones desfavorables del feto que no hayan logrado resolverse con maniobras de rotación, prolapso del cordón umbilical y sufrimiento fetal; la cesárea es una intervención quirúrgica que salvaguarda las vidas de mamá y bebé. Sin embargo, para casos en los que medicamente no es necesaria, expone a la madre y al bebe a una probabilidad mayor de muerte, así como la posibilidad de hemorragia, infecciones, trombosis y complicaciones de la anestesia.  

En cualquier caso, podemos hacer de la cesárea una experiencia sagrada y una oportunidad de encuentro con el propio espíritu y de honrar la llegada de ese nuevo ser. Un plan de parto es una herramienta poderosa para poder crear un espacio hermoso y santo en el cual la madre decide y participa.

  1. PERMITIR QUE LA MADRE INICIE SU TRABAJO DE PARTO DE FORMA NATURAL: con el fin de poder permitir la segregación de oxitocina (hormona responsable de la contracción uterina también conocida como la hormona del amor) que facilite la creación del vínculo mamá-bebé y el inicio del amamantamiento, lo ideal es que si no existen razones médicas justificadas, la madre pueda iniciar su trabajo de parto de manera natural.
  • TOMAR LA DECISIÓN DE MANERA AUTÓNOMA E INFORMADA: para el caso de cesáreas programadas es de vital importancia desarrollar un trabajo previo de entrega y de significación de la cesárea  en la vida de la madre y el bebé. Vale la pena explorar con la madre su propia voz y acompañarla para que el proceso de tomar una decisión de hacer una cesárea sea informado y autónomo. Podemos invitar a un dialogo con el bebé a través de la respiración, el canto, el movimiento y la meditación en el altar -si se ha creado uno-, y así fomentar la idea de que ésta sea una decisión que toman mamá y bebé y que honra  la naturaleza de esa relación y toda la sabiduría que reposa en ese útero. 
  • CREAR UN ESPACIO SAGRADO: si bien el ámbito hospitalario es por naturaleza frio y estéril, es posible crear un espacio tranquilo, silencioso y respetuoso para dar la bienvenida a ese nuevo ser.  Podemos solicitar estar acompañadas por nuestra pareja, doula o familiar en todo momento y que puedan servirnos de sostén. Podemos pedir al personal médico abstenerse de conversaciones innecesarias y cultivar el silencio; y con aromaterapia, técnicas de respiración, meditación y relajación que se practiquen con antelación durante el embarazo, entrar en un lugar sagrado en nuestros cuerpos y corazones. Algunas salas de cirugía cuentan con sistemas de audio, si es así, podemos estudiar la posibilidad de usar el sistema para que suene una música que nos ayude a crear un espacio especial… y cuando no haya audio, siempre se puede cantar y arrullar! 
  • “VER” Y “ESCUCHAR” EL NACIMIENTO: teniendo en cuenta que la cesárea es una cirugía mayor que requiere anestesia, y que dentro de los protocolos médicos para dicho procedimiento es necesario poner una sábana que impide a la mama observar la cirugía, resulta muy poderoso que a la madre le sea relatado todo el procedimiento para que se sienta partícipe activa del proceso. También resulta óptimo que en el momento del nacimiento se baje la sábana para que pueda ver salir a su bebé y que la primera persona que su bebé vea sea ella misma.
  • MAMA Y BEBE SIEMPRE ACOMPAÑADOS: la presencia de la pareja o una doula ayuda a encender una llama de calor, confianza, y sacralidad. Esta compañía además de contener con su presencia a la madre, también se convierte en sus ojos durante el procedimiento quirúrgico y puede informarla sobre lo que va ocurriendo. Después del nacimiento, la pareja o la doula pueden acompañar al bebé durante todas las evaluaciones clínicas e impregnar este momento de calma a través de su contacto y su voz. Dicha compañía brindará a la nueva mamá mucha paz cuando no pueda estar al lado de su bebé.
  • CONTACTO PIEL  A PIEL SOBRE EL PECHO: es importante propiciar el encuentro piel a piel lo más pronto posible, una vez madre y bebe estén reunidos. En caso de que el proceso de recuperación de la madre lo impida, se puede buscar que sea la pareja quien haga este contacto piel a piel hasta que la madre pueda hacerlo.
  • CREAR UN RITUAL DE NACIMIENTO POSTPARTO muchas veces la cesárea deja en nosotras un duelo silencioso, un sentido de pérdida del parto soñado, deseado, planeado. Una vez en casa y cuando todo el proceso de amamantamiento este afianzado y la herida física de la cesárea cerrada, es mágico crear un ritual/visualización del nacimiento a través del canal vaginal para que toda la familia pueda elaborar y celebrar la llegada del este nuevo ser. Esta ceremonia puede diseñarse poniendo de manifiesto de una manera creativa los deseos de la madre durante el parto que no fueron cumplidos. Podemos crear un espacio especial para recrear el nacimiento, un gran altar con símbolos que representen la experiencia del embarazo, traer la presencia de ancestros y maestros con fotos u objetos de poder, crear un mandala o un baño con hierbas y flores y sumergir a la madre con su bebe en ese mandala (tierra) o  baño (agua) mientras visualizan el parto soñado en profunda intimidad y comunicación. Podemos crear para esta ceremonia una lista de reproducción, un canto, arrullo,  mantra u oración especial para repetir y crear el sonido de ese nacimiento. Nutre el ritual de  la creatividad de la madre y los seres queridos que vayan a participar en el. Apoya a la mamá en permitir y dejar ser todas las emociones, imágenes, sonidos y palabras que surjan durante la ceremonia. Ayúdala a descubrir el movimiento, el sonido, la postura desde donde dé a luz a su bebé. Dale tiempo, espacio y sostén para que esto suceda.
  • HACER UN ACTO CREATIVO CON LA HERIDA FISICA Y EMOCIONAL: con el fin de integrar las enseñanzas del nacimiento por cesárea y de ofrecer esta experiencia a la sanación de lo femenino, como doulas podemos fomentar en la madre la emergencia de un acto creativo con su cicatriz física y emocional. Este acto creativo puede ser tan simple como decorar la herida, dibujarla, fotografiarla, transformarla, utilizarla en una historia o cuento; también puede escribir un poema o una canción, hacer un ritual o performance alrededor de su experiencia, crear un circulo de mujeres para compartir historias de partos…  seguir cualquier llamado de expresión que la voz de su útero le manifieste.

Si sientes el llamado a cambiar las condiciones en las que estamos naciendo, de sembrar paz a través de la maternidad, de bañar el mundo con esa belleza que tienes por ofrecer… llénate de fuerza y determinación y da el primer paso.

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